Si la juventud es un divino tesoro, la vejez es un privilegio invaluable. ¿Cómo se percibe la vida cuando se ha caminado por más de 90 años por la faz de la Tierra? Aquí sigo (2017), tercer largometraje del documentalista mexicano Lorenzo Hagerman, indaga en la percepción de la existencia de quienes han rebasado los noventa o los cien años de edad. Hombres y mujeres nonagenarios, centenarios y hasta un chicuelo infiltrado de 86 cumpleaños, comparten el recuento de lo vivido, el cúmulo de experiencias y la jornada cotidiana donde se anida el secreto de su vitalidad.
Con apuntes y personajes de todas partes, siete países y tres continentes, anclados en las ciudades o habitantes de pueblos añejos, de ocupaciones diversas y preocupaciones similares. Sus rostros, palabras y sonrisas desdibujan mitos de la senectud. La vejez no es como nos la han pintado; o por lo menos, no para ellos. En su aliento de vida se desprende el vigor: bailan, cantan, tocan instrumentos, trabajan, caminan por la orilla del mar, pescan y cultivan su alimento. Reflexionan sobre sus vidas, atesoran memorias y sobre todo, aman.
De corresponsal de la guerra en la ex Yugoslavia a cine fotógrafo premiado en festivales de cine de Polonia y Estocolmo por su trabajo en películas como Heli (Amat Escalante, 2013), Presunto culpable (Smith, Hernández, 2008) y ¿Cuál es mi camino a casa? (Rebecca Cammisa, 2009). De documentar asuntos que crispan los nervios, desempolvan enojos y despiertan conciencias como los comicios presidenciales en la realización titulada 0.56% ¿Qué le pasó a México? (2010) y la tragedia anunciada del problema del agua en el Valle de México en su segundo largometraje H20mx (2014) codirigido con José Cohen, Lorenzo Hagerman ha dado un giro a su lente y atención para enfocarse en los años dorados, en almas que viven al borde de la eternidad.
No es asunto menor, se ha anunciado que hoy en nuestro país hay más personas mayores de 60 años que niños menores de cinco. Aunque el envejecimiento de la población mexicana y los impactos sociales, económicos y de salud que ello implicará no es tema central de Aquí sigo. La pista y acercamiento a estos personajes que peinan canas revela una intención más poética, un sentido más humano y universal. ¿Cuál es el ímpetu que los despierta cada día?, ¿en qué piensan?, ¿cómo viven las horas?, ¿cuáles son los sentimientos que guardan?, ¿cuáles son sus sueños?
Tras un periplo por Canadá, Costa Rica, Nicaragua, Italia, España, Japón y México; y entrevistas a docenas de ancianos, Hagerman ha encontrado a unos personajes formidables, de rostros y personalidades entrañables. Mientras hay jóvenes que ya son viejos, los ancianos que desfilan ante nuestros ojos apresan el presente y contagian su entusiasmo por la vida.
El cineasta empalma las rutas diarias de los protagonistas para el registro de una jornada en los puntos geográficos elegidos. El despertar del día, el desayuno, los pasatiempos, la pareja, los quehaceres, los paseos, el amor, el deseo y la apertura al cofre de los recuerdos. El formato del documental es sencillo pero no por ello menos sensible. La cámara los deja hablar y los acompaña a cierta distancia. Hagerman alterna a los entrevistados con otros longevos habitantes del planeta: árboles que apuntan al cielo, embellecen el paisaje y son símbolo de vida. Bien dice el proverbio alemán: Los árboles más viejos dan los frutos más dulces. Aquí sigo, celebra la existencia y el atardecer de la vida.